Agricultura Regenerativa

24/09/25

Siembra Directa: sostener un logro que no podemos perder frente a las malezas

Según estimaciones de la REM, la superficie bajo Siembra Directa registra retrocesos asociados al uso de labranza ocasional para control de malezas, lo que refuerza la importancia de cuidar este logro productivo y ambiental.

La Siembra Directa (SD) lleva más de tres décadas consolidada en Argentina como referente de una de las mayores innovaciones tecnológicas del agro. Su adopción masiva permitió transformar la agricultura del país, reduciendo drásticamente la erosión hídrica y eólica, mejorando la infiltración y el almacenamiento de agua en el perfil, aumentando la eficiencia del uso de insumos y contribuyendo a la captura de carbono en los suelos. 

Sin embargo, la simplificación de este sistema -que implica mucho más que la no remoción del suelo- contribuyó a aumentar la presión de selección de malezas resistentes y tolerantes, junto con problemas de compactación y plagas, entre otros. Esto ha llevado a algunos productores a recurrir nuevamente a la labranza como alternativa. En este contexto, la pregunta es inevitable: ¿estamos poniendo en riesgo décadas de avances en conservación de suelos?

Para dimensionar esta problemática y su impacto en Argentina, la REM llevó a cabo encuestas para estimar el avance de la labranza total y aquella asociada al manejo de malezas en la campaña 24/25.

Labranza en números: situación en 2024/25

Para conocer en detalle la evolución de la labranza en la superficie agrícola del país, la Red de Manejo de Plagas de Aapresid estimó este dato en su mapeo anual. Los resultados muestran que, en la campaña 2024/25, un 18% de la superficie agrícola nacional fue sometida a algún tipo de labranza, mientras que el 82% se produjo bajo SD (Fig. 1, der.).

Al analizar los datos por provincias, se observa que la mayor proporción de superficie labrada se concentra en Entre Ríos, Chaco y Santa Fe, con valores que superan el 20% del área. En otras provincias, como Buenos Aires, Santiago del Estero y Córdoba, el porcentaje de labranza es menor, aunque representan superficies más significativas (Fig. 2, izq.).

El relevamiento también indagó sobre un aspecto clave: qué proporción de las labores responde a decisiones apuntadas al control de malezas resistentes o tolerantes a herbicidas. Los resultados muestran que, en la mayoría de las provincias, la mitad de la superficie labrada (53%) está directamente vinculada a esta problemática, destacándose Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe, donde la casi el 70% en promedio de la labranza total se explica por el manejo de malezas (Fig. 2, der.).

Figura 1. Estimaciones de superficie agrícola (ha) con SD, con  labranza total y con labranza por malezas, por provincia (izq.) y para la Argentina (der.). Fuente: REM Aapresid.

Figura 2. Mapas de estimaciones de superficie (%) con labranza total (izq.) y con labranza por malezas (der.). Fuente: REM Aapresid.

Esto confirma que las malezas difíciles son una de las principales adversidades que enfrenta el SSD. Su manejo simplificado y la capacidad de adaptación de estas especies, presentan un gran desafío. La selección de biotipos resistentes por prácticas reiteradas fue uno de los principales factores que impulsó la pérdida de área bajo SD.

Al analizar la superficie en hectáreas con labranza y labranza por malezas, los resultados mostraron que Buenos Aires representa la mayor cantidad de ha con labranza, seguido por Santa Fe y Córdoba (Fig. 1, izq.), lo que refleja la magnitud del desafío en las principales zonas agrícolas del país.

Estos valores adquieren mayor dimensión si se los observa en perspectiva histórica. Desde finales de los años 80, Argentina protagonizó un proceso único a nivel mundial en la adopción de la SD, alcanzando picos cercanos al 95% de la superficie hasta no hace mucho. La estimación de caída al 82% actual debe interpretarse como una señal de alerta. Está altamente demostrado que esta tecnología es clave no solo para la sustentabilidad del sistema productivo, sino también para preservar los beneficios ambientales y económicos que este modelo ha aportado al país en las últimas tres décadas.

Estudios demuestran que la labranza no es la solución

Un trabajo de FAUBA en Carlos Casares (Bs. As.) mostró que la labranza ocasional no reduce significativamente la riqueza ni la abundancia de malezas. Solo cambia su distribución en el suelo, enterrando semillas en profundidad, que luego pueden germinar en campañas siguientes.

Esta investigación dejó en claro que las labranzas ocasionales no representan una estrategia efectiva para manejar malezas a largo plazo. En muchos casos, esta práctica puede generar una falsa sensación de control, cuando en realidad las semillas siguen estando allí, listas para germinar en campañas posteriores.

Reflexiones finales

La labranza ocasional amenaza con romper las ventajas acumuladas por décadas de SD. Usarla como “atajo” frente a problemas inmediatos puede comprometer atributos que tardan años en recuperarse, como la estructura del suelo o la capacidad de infiltrar agua.

Mantener el SSD como un sistema integral -con rotaciones diversas, secuencias intensificadas con cultivos de servicios y estrategias preventivas- es la salida al problema. La clave está en planificar con una mirada de largo plazo, evitando decisiones reactivas que comprometen la sustentabilidad futura. El desafío no es buscar soluciones mágicas, sino construir sistemas agrícolas resilientes, capaces de enfrentar la presión de malezas, plagas y la variabilidad climática sin resignar los beneficios alcanzados en más de 30 años de conservación de suelos en Argentina.

Compartir