Agricultura Regenerativa
22/10/25
Maíz en el NEA: las claves para el éxito en la elección de híbridos

La Red de Maíz NEA de Aapresid aporta información estratégica para ajustar la elección de híbridos y el manejo del cultivo en una región marcada por la heterogeneidad ambiental e hídrica.
La elección del híbrido de maíz en el NEA no es un detalle menor: define en buena medida la capacidad de los planteos para alcanzar rendimientos sostenidos en un contexto desafiante. El Ing. Agr. Carlos Simón, Coordinador técnico de la Red de Maíz NEA de Aapresid, sintetiza la experiencia acumulada en años de ensayos y aportes de productores de la región.
El rol de la genética en maíz para el NEA: ¿templado o tropical?
Según Simón, los criterios centrales al seleccionar un híbrido son tres: el potencial de rinde, la estabilidad ante variaciones ambientales y la sanidad frente a las principales enfermedades del norte, como el complejo de achaparramiento asociado a Dalbulus maidis y el tizón foliar.
A partir del estudio de datos históricos generados por la Red, se pudo observar que en promedio, los germoplasmas templados aportaron hasta 400 kilos más por hectárea que los tropicales o cruzas. Sin embargo, la diferencia depende fuertemente de cada genotipo: algunos híbridos tropicales alcanzan rendimientos comparables con los templados.
A la hora de decidir, Simón destaca que “los templados suelen ser más eficientes en el uso del agua, aunque los tropicales tienden a tener ventajas sanitarias para las condiciones del NEA”.
De allí la importancia de evaluar materiales año a año en distintos ambientes, práctica que la Red realiza con unos 20 genotipos de diferentes empresas en distintos sitios de la región y cuyos resultados publica en sus Informes anuales.
Estrés hídrico: moneda corriente
En una región donde la distribución de las precipitaciones es irregular durante el verano y el déficit hídrico durante el crecimiento y desarrollo del maíz son frecuentes, la interacción entre el genotipo y el ambiente resulta determinante. Para Simón, “los híbridos con capacidad de fijar granos con bajas tasas de crecimiento en el período crítico son clave para sostener rendimientos aceptables bajo estrés”.
Pero subraya que “no alcanza con la genética: mejorar los ambientes con mayor aporte de cobertura en el suelo, altos niveles de materia orgánica de los lotes, control de malezas y buscar el nicho dentro del sistema para implementar cultivos de servicios es igualmente decisivo para reducir el impacto del estrés hídrico”.
Siembras tardías y de segunda
En el NEA, hablar de fechas de siembra equivale casi siempre a hablar de siembras tardías (diciembre/enero), ya que la falta de lluvias invernales hace poco probable las siembras tempranas (primavera). Los datos de la Red de Aapresid indican que los mejores resultados se logran con siembras entre la segunda quincena de diciembre y mediados de enero. Más allá de ese rango, la penalidad de rendimiento es de unos 150 kilos/ha por cada día de retraso, llegando a los 200 kilos/ha para siembras en febrero.
En este escenario, el impacto que tiene el retraso de la fecha de siembra sobre híbridos templados suele ser menor que en los tropicales. Para fechas muy tardías, conviene optar por materiales de ciclo corto o con alta tasa de secado, lo que reduce el tiempo de exposición a enfermedades de espiga y a los fuertes vientos, frecuente en la zona, que ocasionan pérdidas por quebrado.
Otro aspecto a tener presente, es la dinámica de la chicharrita D. maidis: siembras escalonadas pueden generar “puentes verdes” que favorecen al desarrollo e incremento poblacional del insecto y elevan la presión de patógenos sobre los maíces más tardíos. De allí la necesidad de priorizar híbridos con buen comportamiento frente al complejo achaparramiento.
Potencial vs. estabilidad
Según los registros de la Red, el ambiente explica entre 70% y 90% del rendimiento final del maíz en el NEA. Factores como el contenido de materia orgánica del suelo, que puede significar hasta 1.200 kilos por punto de incremento, o la recarga hídrica inicial (15 kilos por cada milímetro de agua útil al metro de profundidad) marcan diferencias sustanciales.
En lotes con alto contenido de materia orgánica y barbechos largos, los híbridos de alto potencial son los más indicados. En cambio, en planteos más defensivos o lotes de rendimiento irregular, la recomendación se inclina hacia materiales de mayor estabilidad. “No se trata de elegir entre rinde o sanidad de manera aislada, sino de adecuar el híbrido al ambiente y al manejo que se puede sostener”, resume el agrónomo.
Densidad de siembra: prudencia y adaptación
La definición de densidad en ambientes de secano como los del NEA es especialmente compleja, porque depende tanto del híbrido como del ambiente, particularmente la disponibilidad de agua. Los híbridos de espiga fija responden menos a cambios en las densidades, con lo cual es importante ajustar las densidades altas en lotes de potencial, mientras que los de mayor plasticidad reproductiva permiten compensar la falta de plantas en densidades más bajas.
Simón advierte que “subir la densidad siempre es un riesgo en la región”, por lo que la tendencia es optar por manejos más conservadores. Actualmente, la red planifica ensayos específicos para ajustar recomendaciones de densidad, buscando ofrecer a los productores parámetros más finos para sus decisiones.
Información en red para decidir mejor
Los aprendizajes de la Red de Maíz NEA de Aapresid muestran que, en una región tan heterogénea y desafiante, el éxito no depende de una receta única. Por el contrario, es el resultado de combinar información estratégica sobre germoplasma, fecha de siembra, densidad y ambiente.
“Lo que buscamos desde la red es acercar herramientas concretas para que cada productor pueda elegir el híbrido y el manejo que mejor se adapte a su lote, con la menor incertidumbre posible”, concluye Simón.
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