Agricultura

06/02

Cómo se combate a las llamas desde el aire

Aviones de uso agrícola se sumaron con éxito al titánico trabajo de apagar los incendios en el Delta del Paraná. 

La triste realidad que impone la presencia de fuego en las islas del delta del río Paraná es también una oportunidad para mensurar el trabajo que realizan los pilotos de aviones aplicadores sumándose a la lucha contras las llamas, como también prevención o avistamiento de focos ígneos. La combinación entre la pericia del piloto y las indicaciones de los brigadistas desde tierra firme, permite el uso racional del agua con mayor exactitud, evitando tirar donde no es necesario.

Profesionales con experiencia y mucho oficio, ni mencionan el riesgo de volar sobre los focos de fuego, ni las complicaciones que potencialmente pueden aparecer si llegaren a entrar en las densas columnas de humo. Se trata, en lo posible, de evitar situaciones que comprometan la seguridad y cumplir la misión con resultado positivo.

Los aplicadores de la provincia de Santa Fe se habían puesto a disposición desde hace unos años, pero “el gobierno actual tomó la idea, la rescató y la implementó”, comentó el experimentado piloto Sandro Peisino, añadiendo que “se trata de aprovechar la capacidad operativa de los aviones aplicadores para el control de incendios”.

“Nos convocaron para ir a trabajar en las islas, más o menos desde frente a Pueblo Esther hasta Villa Constitución. Fue una experiencia nueva y muy enriquecedora, tanto desde lo personal o profesional, como también para corroborar la utilidad de los aviones, con la capacidad que tienen”, dijo Peisino, satisfecho del servicio prestado.

Potencia y performance

Quizás la imagen más inmediata sea la de aviones de los que cuelgan gigantescos baldes con los que se arroja el agua, pero acá se trata de aeronaves para uso en agricultura, provistas de equipos para pulverizar.

“Los aviones son básicamente los mismos. La provincia de Córdoba había empezado con los AT 502, que son los mismos que tenemos nosotros. Hay otros más grandes, con más potencia y más capacidad de carga, que son los AT 802, que ya salen de fábrica con la compuerta de incendio. Los nuestros no tienen esa compuerta, pero se puede instalar”, detalla el piloto, para agregar que la diferencia más notable es la carga. “Los nuestros cargan ‘casi’ dos mil litros, y el 802 carga tres mil”, remarcó.

Acerca de la diferencia de potencia, apuntó que es importante en zonas de montaña y en altura, pero en terreno llano y sin obstáculos “la potencia no es una limitante”, dijo. Los dos tipos de aeronaves, además, trabajan solamente de día.

Uno de los aviones más grandes (AT 802) equivale a dos de los más chicos. “Usando dos de los chicos se obtiene más eficiencia, porque mientras un avión lleva agua, otro va a recargar y se hace más dinámico. En las islas éramos cuatro con aviones AT 502 y era prácticamente un carrousel porque siempre había un avión tirando agua donde los brigadistas lo requerían”.

Peisino destacó el aprovechamiento del agua a partir del trabajo combinado con los brigadistas, que les indican dónde y cómo aplicar el agua. Por las características del avión aplicador pueden volcar agua en lugares puntuales, en algunas franjas, donde sea necesario. Los otros aviones descargan todo de una vez y, a veces, se desperdicia o mal usa el recurso. “Siempre tener algo más grande es de ayuda, pero en este caso, dicho por los propios brigadistas, nuestro trabajo ha sido más que satisfactorio”, compartió Peisino.

En ocasiones se trata de realizar un ataque más directo al fuego, buscando bajar la altura de las llamas para menguar la propagación y hacer menos riesgoso el trabajo de los brigadistas, y en otros casos se requiere circunscribir, colaborando muy efectivamente en cercar los focos.

Convenio de trabajo

“Oportunamente se había hablado con el gobierno de la Provincia y se había demostrado la capacidad operativa de los aviones. Se trabajó con la Federación Argentina de Cámaras Aeroaplicadoras -FeArCA- para dar un marco institucional, así las empresas a las que nos interesaba sumarnos a la lucha contra los incendios nos adecuáramos a la legislación vigente”, explicó. Se trata de contar con las habilitaciones de rigor, para aeronaves y pilotos, además del seguro correspondiente.

El antecedente más conocido de aporte social es el servicio de control de vectores (principalmente mosquitos) en áreas periurbanas de varias localidades. Del mismo modo ocurre en el norte argentino y en la provincia de Buenos Aires con el control de las langostas y tucuras.

Danilo Cravero, secretario ejecutivo de la FeArCA, apuntó que “a partir de haber podido suscribir el convenio de trabajo con el Gobierno de Santa Fe, se ha dado un crecimiento importante en la experiencia de combate de incendios. Nosotros le proveemos al Estado provincial las aeronaves y el servicio, que lo incorporan al Sistema Provincial del Manejo del Fuego (Secretaría de Protección Civil y Gestión de Riesgos). Esta acción ha permitido que nuestra actividad sea mensurada desde el lado del cuidado ambiental, combatiendo los incendios en el delta”.

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