Historia de una transformación: del sueño de unas vacaciones divertidas a producir vinos en Mendoza

Historia de una transformación: del sueño de unas vacaciones divertidas a producir vinos en Mendoza

Ana Palumbo encontró en Mendoza mucho más que un paisaje. Su búsqueda la llevó a convertirse en productora de vinos boutique a los que bautizó con el nombre de su abuelo. Desafiando opiniones adversas, esta contadora que trabaja en la AFIP, se convirtió en una apasionada del vino que además busca transformar su finca en un espacio para el bienestar personal y la introspección.

Apurada por su pequeño hijo que quería unas vacaciones divertidas con ella, Ana Palumbo emprendió un viaje hacia San Rafael, Mendoza, que sería con el tiempo el principio de un gran cambio de vida que la llevaría a comenzar con nuevos desafíos, vencer sus propios miedos y a relacionarse a través del vino con personas de todo el país.

Ana Palumbo es profesora en ciencias económicas y contadora. Y por sobre todo una apasionada del vino.
Corría 2008 y esta madre con su hijo pisaron las hermosas tierras mendocinas empujados no solamente por las ganas de disfrutar de unas vacaciones en uno de los sitios más bellos de la Argentina, sino también -sin saberlo- alentados por el sueño de Ana de tener su propia finca. Este fue el comienzo de una búsqueda de fincas en la zona que le llevaría a Palumbo tres años hasta que, en 2011, pudo comprar su establecimiento compuesto por unas 6 hectáreas donde tiene plantados viñedos y ciruelos.

“No había persona con la que hablara que no me planteara problemas. Todo el mundo me desalentaba la idea de emprender a través de un viñedo, porque no iba a ser rentable y porque iba a tener problemas con las personas que trabajaran”, cuenta Ana Palumbo desde su casa en Junín.

“Yo quería tener una finca y trabajar el suelo. Aunque claro comprar un campo o una pequeña finca acá en el centro del país es imposible. Pero quería darme el gusto de saber cómo es trabajar la tierra y en Mendoza este tipo de producciones como la vitivinícola no está mecanizado, todo ese hace a mano así que emprendí con mucho esfuerzo este cambio en mi vida”, cuenta Palumbo.

Nacida y criada en Junín, profesora de ciencias económicas y contadora, Ana mantiene su trabajo en la AFIP mientras su finca se convierte en su proyecto apasionado. “La finca para mí es una cuestión emocional”, dice.

Siempre para adelante

Dentro de su finca coexisten 2 hectáreas plantadas con una viña de uvas de la variedad Cabernet sauvignon para vinificar, otras dos de la uva Criolla para mosto, y también 2 hectáreas de las ciruelas de la variedad D’Agen que se utiliza no solo para comer sola, sino también en compotas y como ingrediente de platos semi dulces.

Tras su primera cosecha y asesorada por un ingeniero de la zona de San Rafael, llevó su producción de unos 7.000 kilos de uva a la bodega Iaccarini, con quienes desde hace 13 años viene produciendo en conjunto su vino conocido con el nombre de “Don Bautista”.

“Siempre se piensa en nombres masculinos si el vino es tinto y al contrario si el vino es blanco. El nombre del vino proviene de mi abuelo Bautista Palumbo quien trabajó toda la vida como ferroviario en Junín y además fue músico, integrante de la primera banda municipal de la ciudad conocida como “Del Pacífico””, cuenta orgullosa de sus raíces.

Hoy la marca “Don Bautista” tiene tres vinos tintos: un Cabernet joven, otro que ensambla los varietales Cabernet con Malbec y finalmente un Cabernet Reserva.

“Se aprende mucho tomando vino y en algunos cursos donde fui aprendiendo a diferenciar los distintos sabores según el lugar donde proceda”, explica la juninense que arrancó con la finca hace 13 años cuando tenía 44.

En promedio, Palumbo produce unas 5.000 botellas de vino por año. “Comencé vendiéndole a mis compañeros de trabajo, mientras aprendía a la par cómo trabajar la tierra y cómo mejorar el marketing de la marca. Con el tiempo fui educando el paladar diferenciando los vinos por su olor, sabor y color. Siempre además participé de la elaboración de los vinos”, dice.

Su finca ubicada en la zona de Valle Grande, está a unos 2.000 metros de la Ruta 144, que va a Las Leñas, y a 15 kilómetros de San Rafael. “En la finca recién pude conseguir que nos conecten la luz después de 12 años y realizaron la conexión de agua potable hace dos meses. Estas son tierras muy fértiles y hermosas, desde la finca se ve el cañón del Atuel”, cuenta. Entre lo que se viene, Palumbo está rediseñando la finca junto a unas arquitectas, con el objetivo de abrirla al turismo.

“Quiero hacer eventos enfocados en retiros espirituales, encuentros de yoga y constelaciones. Estoy muy abocada también a todas las terapias que nos ayudan a encontrarnos con nosotros mismos y saber por qué y para que estamos en esta vida”, dice.

No quedarse en la queja

En su casa de Junín, Ana Palumbo atesora en un depósito las botellas de vino que le llegan por transporte desde Mendoza, mientras anhela -en un tiempo- abrir un local de venta al público. “Voy a haciendo cosas de a tandas y me ha ido muy bien así. Fui despacio, sin querer endeudarme, siempre teniendo cuidado. Con el tiempo me hice un nombre y una buena imagen y se me fueron acercando personas comprometidas como yo”, dice.

Hoy sus vinos pueden comprarse de manera online en https://vinodonbautista.mitiendanube.com/, y también ya forman parte de la Carta de algunos restaurant como Don Quijote, que lo tiene como vino de la Casa.

“Quería hacer algo distinto y me fui a buscar algo muy diferente a 700 km de mi casa en Junín. Esta finca fue sacando lo mejor de mí porque aprendí también a ir buscando soluciones y no quedarme en la queja. Siempre estoy pensando en cosas lindas, eso sin dudas me ayuda mucho”, reflejando la determinación que la llevó a trascender las expectativas y a encontrar belleza en el cambio.

Por Diego Abdo

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