Lo que pasa en el campo

04/06/25

Sin retenciones, la cadena del maíz aumentaría su facturación en USD 5.000 millones

En el panel “Del teosinte a la transformación integral del maíz” del Congreso Maizar 2025, se presentaron los resultados de un modelo de simulación desarrollado en el ITBA. Roberto Bisang, de la UBA, y Ricardo Negri, Juan Cardini y Felipe Galia, del ITBA, aplicaron un simulador de sistemas complejos a un escenario en el que las transferencias por derechos de exportación quedan en la cadena. El empleo se multiplicaría al ritmo de una ciudad como Trenque Lauquen por año.

¿Qué pasaría si los recursos que se van por retenciones al maíz quedaran en el sector? La cadena de valor aumentaría la facturación en USD 5.000 millones, el efecto multiplicador sería equivalente a 170.000 viajes en camión y se incorporarían 29.500 empleos directos por año: una “ciudad de demanda laboral” similar a la población de Trenque Lauquen. Este resultado es el que devolvió el modelo de simulación de sistemas complejos desarrollado en la cátedra de Agroindustria del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA).

Este simulador, que había sido presentado en la anterior edición de Maizar, fue alimentado con nuevos interrogantes durante el panel “Del teosinte a la transformación integral del maíz”, que protagonizaron el profesor de la UBA Roberto Bisang y los profesores del ITBA Ricardo Negri y Juan Cardini y el ingeniero industrial Felipe Galia.

“El teosinte es el tatarabuelo del maíz, hace 7.000 años se domesticó, iniciando una gran historia de descomoditización que queremos profundizar en los próximos 70 años, pensándolo como eje de un desarrollo industrial”, presentó Bisang.

Si bien la Argentina tiene una cadena de valor maicera muy importante, hay mucho por recorrer todavía para agregar valor. Bisang explicó que, actualmente, el 62% del maíz se exporta como grano, mientras sólo el 38% se destina al consumo interno, para su transformación en distintas etapas, como la alimentación animal, la industrialización y la producción de energía.

«Somos un caso notable a nivel internacional, por default, porque la mayoría de los países maiceros transforman la materia prima para atender sus consumos», explicó. Aun así, en términos de grano, la Argentina está manufacturando unos 21 millones de toneladas. Una demanda «relativamente fija» ya que se trata de consumos consolidados. «El que agarra 6 kilos de maíz y los convierte en 3 kilos de pollo en 39 días hace una transformación industrial casi superior a la de otros procesos manufactureros», remarcó.

Pero la valorización del maíz va más allá del grano. «Nos queda la planta, que se utiliza para lechería, y el rastrojo, que tiene valor pero hay que explotarlo». Bisang señaló que el cultivo no se mide solo por las 65 variedades que tiene la Argentina en producción, sino por su importancia para armar modelos de negocios que, además, son esenciales para desarrollar una economía federal.

«No hay un solo maíz sino múltiples oportunidades de incluir gente», enfatizó el investigador. Y se preguntó cómo se puede ir por más valor, «¿qué se puede hacer pisando el acelerador al mango?».

Para contestar esa pregunta el ITBA desarrolló un sistema que permite predecir, “de manera precisa y robusta», qué se podría desarrollar industrialmente a partir del maíz, utilizando un modelo de simulación matemática. Felipe Galia explicó que esta herramienta permite visualizar a la cadena como “un sistema de tanques y cañerías”, susceptible de ser medido a través de distintos parámetros.

Al aplicarlo a distintas empresas o desarrollos industriales, se pueden ver los resultados en todas las posibilidades de transformación del maíz, en seis etapas: la hoja de la planta, la producción primaria, la molienda seca, la molienda húmeda, el bioetanol, la segunda transformación industrial de la molienda húmeda y de la molienda seca, y por último, cómo llega al consumidor.

Ricardo Negri explicó que el cultivo de maíz es “el más industrializable” de todos, y, al mismo tiempo, “todos los caminos conducen a agregarle valor”.

El trabajo presentado en el Congreso Maizar 2025 arrancó con la evaluación del punto de partida en materia de transformación dentro de la cadena argentina, para luego hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué pasaría en un escenario de primarización total? ¿Cuál sería el resultado de un nivel de agregación de valor similar al de Estados Unidos? ¿Cómo impactaría en la cadena la quita de retenciones? y ¿Cuál es el shock que produce una unidad industrial de maíz, como una planta de bioetanol, en una ciudad chica de la Argentina?

Juan Cardini, también del ITBA, señaló que, en su actual estado, la cadena factura USD 28.000 millones, tiene un efecto multiplicador que puede ser medido en 2 millones de viajes de camión por año, la ocupación en forma directa es de 160.000 personas y el aporte a los derechos de exportación es de USD 760 millones.

Como primer ejercicio, el especialista modificó el cuadro simulando que la Argentina exportara casi en su totalidad el grano que produce, es decir, que no industrializara localmente. Y surgió que todas aquellas variables decaerían en forma significativa: 42% en valor y 46% en empleo, por caso. Luego simularon, a la inversa, qué ocurriría si casi todo se industrializara en el país, como en Estados Unidos: el resultado es que habría un aumento del 38% en el valor de la producción y del 80% en la ocupación. La inversión generada sería superior a los USD 13.000 millones.

La cadena sin retenciones

Los investigadores calcularon también qué pasaría si el monto transferido al fisco por retenciones quedara en la cadena. Para ello estimaron el valor pagado por DEX en cuatro años: unos USD 3.300 millones, y lo “devolvieron” en la proporción que hoy ocupa cada eslabón. El resultado es que la facturación de la cadena se elevaría un 17%, equivalente a unos USD 5.000 millones, con un efecto multiplicador de 170.000 viajes en camión y un crecimiento de 29.500 puestos de trabajo. “En cuatro años la cadena le devuelve a la economía las retenciones que le quitaron”, explicó Negri.

Bisang hizo hincapié en el impacto territorial de avanzar en la industrialización del maíz. “El país federal no es venir a pedir plata a Buenos Aires, sino anclar estructuras productivas en el interior”.

El simulador también arrojó los resultados del caso de la instalación de una planta de bioetanol en General Villegas, “el partido de Buenos Aires con menor participación de la industria en el producto geográfico”. Se estimó una inversión de USD 90 millones para instalar una unidad similar a las que existen en el cordón maicero de Córdoba, con una necesidad de compra de 220.000 toneladas de maíz. La ocupación directa sería de 100 personas y la indirecta, de 300. Significaría un aumento del 17% en la facturación, un aumento del 10% en el empleo y una suba de USD 9 en el valor por tonelada de la producción. Pero, agregó Bisang, estos resultados se potenciarían, porque, detrás de una usina de esta naturaleza, se abre la posibilidad de generar subproductos para el mercado “aguas abajo”, como las granjas de pollos y cerdos, “siguiendo el derrotero de las cinco plantas de bioetanol que hay en el país”.

Fuente Maizar

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