De biólogos a productores de ganadería regenerativa

Paula Rabinovich y Damián Lencina dieron un giro a sus vidas cuando, en la chacra donde se mudaron para finalizar sus carreras, conocieron los beneficios de la ganadería regenerativa que hoy promueven priorizando el descanso de los suelos y la biodiversidad.
Hace once años Paula Rabinovich y Damián Lencina decidieron mudarse de la ciudad de Buenos Aires e instalarse en Lobos con el objetivo de estudiar sin distracciones y así poder rendir sus últimos finales para recibirse de biólogos. Pero el destino les tenía preparado otro camino: “Mi papá cuando estudió medicina, se vino al campo para dar los últimos finales y quisimos hacer lo mismo. Pero dejar dos biólogos en el medio del campo es como dejar a un nene solo en el medio de una juguetería. Nos distrajimos bastante con la naturaleza”, cuenta Damián.
El lugar elegido fue una chacra de 25 hectáreas que perteneció a los abuelos de Damián y a la que iba todos los fines de semana durante su niñez. Sin embargo, reconoce que ni él ni su mujer Paula tenían conocimientos sobre el campo cuando decidieron mudarse. “Fuimos aprendiendo todo sobre la marcha, primero con una huerta, después algunas gallinas. Empezamos con el auto sustento para producir nuestros propios alimentos, fuimos sumando los pollos pastoriles y empezamos a ver cómo el ecosistema interactuaba diferente con estos animales en un pastoreo”. Así, pronto llegó el descubrimiento que les cambiaría la vida: la ganadería regenerativa.
El poder de la diversidad y el descanso
Cuando llegaron, “el campo era muy poco diverso, con mucha gramilla y cardo y pocas especies”, recuerda Paula. A pesar de que la sugerencia de un ingeniero agrónomo fue romper el suelo con maíz para dejar todo limpio y comenzar de nuevo, esa idea les “sonó como tirar una bomba atómica” y decidieron comenzar a manejar el pastoreo a su manera. Hicieron cursos, fueron a congresos, estudiaron sobre pastoreo racional y permacultura, entre otras tantas cosas que les permitieran hallar otra forma de producir alimentos. “Lo que veíamos es que la mayoría de los productores hablaban de pasturas polifiticas y de diversificar los pastizales pero con un solo animal. Nosotros nos preguntamos qué sucedería si a esas pasturas polifíticas le agregábamos poliherbivoría, es decir distintos animales que coman las pasturas y con sus deyecciones incorporen su microbiotia al suelo”, explica Damián.
Poco a poco fueron aumentando el plantel de vacas, cerdos y pollos que crían en armonía con el ecosistema, priorizando el libre pastoreo con intervenciones guiadas para garantizar el tiempo de descanso del suelo. “Con los cerdos se hacen parcelas de una semana, las vacas van rotando con una velocidad mayor”, explican y agregan: “Tener pollos y cerdos a campo hace que fertilicemos los suelos de manera natural y nos da mucho más kilos de forraje. Por donde pasan los pollos, el forraje vuelve más rápido y vigoroso, en mayor cantidad y volumen. Esto hace que al ingresar pollos, gallinas y chanchos podemos tener mayor carga de bovinos. A su vez, el guano de gallina hace que el abono se vaya descomponiendo en el tiempo en el que la planta lo pueda ir absorbiendo”.
Los resultados del trabajo de todos estos años están a la vista: “Empezamos a ver la vuelta de especies de flora y fauna, también el registro de aves observadas va en aumento desde que llegamos. Cuanto mejor es la salud del suelo, mejor está todo. Se logran suelos con más materia orgánica y más resilientes en situaciones de sequía, por ejemplo. Actualmente tenemos un pastizal enorme y muy sano por todas las intervenciones guiadas que hacemos”. Si bien reconocen que cuesta el cambio de paradigma, afirman que “está en el conocimiento y el saber darse cuenta que los descansos son necesarios para que el suelo se vuelva más diverso”.
Del auto sustento a la comercialización
Cuando llegaron desde la ciudad, Paula y Damián estaban, como muchas personas, en “crisis con el sistema alimentario, sintiendo que lo que estaba llegando a nuestro plato era un montón de ultraprocesados, productos industrializados con palabras en sus etiquetas que no se entendían”. Comenzaron a producir sus propios alimentos pero se dieron cuenta que no eran los únicos que valoraban el sabor de lo natural. “Nuestras familias o vecinos probaban los quesos, los dulces o el pollo pastoril y nos empezaron a pedir. nos decían que eran sabores que los transportaban a su niñez”. Con este impulso comenzaron, hace cinco años, a comercializar sus productos que hoy venden con servicio de entrega a domicilio o “de la granja a la mesa” como les gusta decir, en CABA, zona norte del Gran Buenos Aires y, por supuesto, en Lobos. Incluso tienen demandas de algunos restaurantes.
Para la producción de pollo usan la misma raza comercial que la industria, sin embargo aseguran que “el hecho de que estén al sol, coman pasto y tengan a disposición los bichitos, cambia las propiedades organolépticas del producto”. Por ello valoran el “pensar qué es lo que comen esos animales para repensar que somos lo que comemos”.
En su instagram @granjaelguajiro se puede acceder a la tienda online donde comercializan pollo entero fresco y trozado, y cerdo trozado, así como otros productos de productores de la zona (carne de vaca, huevos de gallinas libres de pastoreo, lácteos, dulces). “Lo lindo es ver que se pueden producir alimentos sanos, en comunidad para la comunidad y para las familias y vivir en armonía con el ambiente, potenciando los ecosistemas”, afirma Paula.
La pareja se encarga de todos los pasos en la producción, incluso aprendieron a faenar. “Queremos promover un sistema de cría de animales con gente habitando el campo, que se pueda tener una ganancia con la producción animal mejorando el suelo”, dicen.
En sus inicios, trabajaron con un sistema de voluntariado del que participaron personas de distintas partes del mundo, con los que fueron aprendiendo maneras diferentes de hacer las cosas. Actualmente, cuentan con un veterinario y dan trabajo a unas 6 familias aproximadamente.
Con mucho por hacer todavía, cuentan que uno de sus pendientes es “poner un poco más de ciencia y laboratorio en el campo. Nos encantaría poder armar un laboratorio acá para poder hacer registros y cuantificar los resultados de la ganadería regenerativa”. Ambos coinciden en que “nunca dejan de ser biólogos, es parte de nuestra profesión y una manera de ver el mundo, siempre aplicamos lo que aprendimos en la carrera, trabajando con el ecosistema, con las especies, haciendo intervenciones guiadas. Simplemente este cambio es una nueva línea. La profesión te cambia la manera de mirar y transitar el mundo, con muchas ganas de hacer más todo el tiempo”.
Por Paola Papaleo
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