La Soñada, el tambo que desafió el paradigma petrolero de Vaca Muerta

En una zona influenciada por la industria de hidrocarburos, Glenda Hansson junto a su familia se animó a innovar con la producción artesanal de quesos saborizados, priorizando las técnicas de ordeñe ancestral y las buena prácticas.
Cuando le preguntan a Glenda Hansson a qué se dedica ella dice con orgullo que es productora quesera y dueña de un tambo familiar. Hasta acá nada sorprende a sus interlocutores que, sin embargo, se quedan atónitos cuando escuchan que su establecimiento La Soñada queda en Rincón de los Sauces, la localidad de la provincia de Neuquén que es conocida como la capital del petróleo.
Ubicada a orillas del río Colorado, la ciudad es un punto logístico estratégico para toda la actividad que se realiza en Vaca Muerta, una de las mayores reservas de hidrocarburos no convencionales del mundo. Por lo tanto, toda su actividad gira en torno a esta industria. A pesar de ello, y de que claramente la zona no es Cuenca lechera, Glenda y su marido Javier decidieron apostar a algo diferente y hoy están siendo furor con su producción artesanal de quesos saborizados.
De abuelos alemanes, Glenda nació en Cutral-Co, al igual que su marido, y se dedicó durante 13 años a los medios de comunicación. Sin vínculo directo con el campo, reconoce que “no tenía ni idea de lo que era una vaca” hasta que la mudanza a Rincón, como ella lo llama, «le cambió la vida”.
Expoagro: ¿Cómo aprendiste las tareas del campo?
Glenda Hansson: Neuquén es una provincia dedicada al petróleo y los hidrocarburos, por lo que estudiar algo distinto se dificulta, pero me fui capacitando de manera online en distintas instituciones y así adquirí conocimientos. Fui aprendiendo sobre inseminación, parto, ordeñe, guacheras, sanidad animal y, sobre todo, me fui empoderando como mujer empresaria. Hoy estoy estudiando la diplomatura en Fromagelier, una especialización en quesos.
En 2019 vimos una publicación donde se vendía una vaca de la raza Holando y la compramos, se llama Aurora y sigue estando en nuestra vacada. Le decimos Mole porque su tamaño es imponente. Al principio la relación empezó distante porque yo le tenía terror, no sabía ordeñar, tardaba horas. Hasta que un día Aurora me pasó la lengua por la cara en demostración de cariño y a partir de ahí todo cambió. Hoy, además de Aurora, tenemos un plantel de 20 vacas, de las que cinco están en ordeñe y tres terneros recién nacidos. También tenemos unas 500 gallinas ponedoras de huevos orgánicos que están libres de jaula. Los animales son parte de la familia, , todos tienen su nombre, yo comparto el día a día en las redes y la gallina Marta es furor porque la llamo y viene desde donde esté.
E: ¿Por qué decidiste especializarte en la elaboración de quesos saborizados?
G.H: Nuestra pregunta fue qué hacer con la gran cantidad de leche que se nos juntaba. Comenzamos a trabajar con un maestro quesero y desarrollamos un queso fresco que tuvo mucha repercusión y venta pero nosotros teníamos muchas ganas de innovar, de sacar algo diferente. Así que empecé a tomar todos los cursos que encontraba en relación a la elaboración de quesos.
Decidimos apostar a más, sacamos un queso de almendras macerado con licor tía Maria que nos llevó a ser reconocidos a nivel nacional y fue publicado en diferentes medios. Es un queso más dulce que se consume con un café amargo. Les volamos la cabeza a todos y así arrancamos. Ahora estamos por elaborar un queso de vino de cabernet souvignon y haciendo las pruebas para lanzar cholquén noir, que es un queso 70% de cacao. También hacemos variedades con provenzal, provoleta, morrón, tomate y pimienta. Intentamos innovar permanentemente con sabores porque cuando uno tiene la materia prima, hay infinitas posibilidades para elaborar. La soñada produce un queso característico, que tiene historia, que se hace con amor.
E: ¿Cómo los elaboran?
Trabajamos de manera artesanal. Mi marido comienza el ordeñe a las 4:30 de la mañana, se hace de forma ancestral al pie de la vaca. Yo comienzo a alimentar a los animales, si hay agua se lavan y se llenan los bebederos. Luego comenzamos a trabajar con la materia prima en la elaboración de los quesos. Estamos haciendo cada dos días entre doce y quince kilos de quesos que se dejan estacionar unos 40 días.
Cumplimos con buenas prácticas ganaderas. Nuestras vacas no necesitan ser mañeadas. Todo pasa por la buena alimentación y la sanidad animal. En invierno las temperaturas son muy bajas, a los terneros se les ponen chalecos. Una vez que nacen, se les dan unos 3 o 4 días con el cuidado correspondiente antes de separarlos de la madre. Luego se los alimenta a chupete para simular la ubre materna.
Vaca Muerta no es solo petróleo
La Soñada es el único tambo en toda la zona de Vaca Muerta y uno de los pocos que existen en la provincia de Neuquén. Pero, a pesar de tener muchos factores en contra, Glenda aceptó el desafío de las “leyes impuestas” y confió en su espíritu innovador.
E: ¿Qué te llevó a animarte a producir quesos en Vaca Muerta?
G.H: Cuando nos instalamos en la chacra a la que nos mudamos comencé a pensar a qué dedicarme. Es difícil para una mujer tener una actividad en esta zona que sea fuera del ámbito del petróleo, pero a pesar de las dificultades quería hacer algo distinto porque creemos que se puede producir, proyectar y tener una visión totalmente diferente.
E: ¿Cuáles son los obstáculos con los que te encontraste?
G.H: Neuquén no es cuenca lechera. Actualmente tiene seis tambos pero somos tres los que estamos habilitados. El problema es que no tenemos tránsito federal debido a que bromatología a nivel provincial nos exige que tengamos una sala de elaboración al igual que las grandes industrias, pero económicamente no es posible. Asimismo, en la Soñada estamos terminando de construir nuestra sala de elaboración.
La zona de vaca muerta encierra 7 localidades. Rincón de los Sauces no es un lugar turístico, estamos lejos de todo. Es muy caro por ser un lugar donde la actividad principal es el petróleo. Acá los suelos son arenosos, arcillosos, secos. A la tierra hay que trabajarla bastante para poder sembrarla, muchas veces falta el agua. Por lo que se hace difícil el tema de la alimentación. Las vacas comen cubos de alfalfa que se hidratan, viajamos cada 15 días a buscarlos a una fábrica en La Pampa. También comen alimento forrajero que lo traemos de Río Negro.
E: ¿Sentiste más dificultades por ser mujer?
G.H: Es duro y se hace difícil trabajar acá, más siendo mujer. Pero lo que me impulsa a seguir capacitándome es el hecho de que somos muchas las mujeres que trabajamos en silencio. Muchas están en el olvido, invisibles, en lugares que nadie llega, incluso no saben leer ni escribir.
E: ¿Eso te llevó también a ser parte de una cooperativa agropecuaria?
G.H: Soy presidenta de la cooperativa agropecuaria Petróleo Verde, que tiene alcance nacional. Tratamos de articular con empresas para brindar capacitaciones o algún tipo de apoyo. Siempre levanté la bandera de decir que el acompañamiento no se hace desde una oficina tomando un café. Creo que se debe estar, visitar, acompañar desde otra forma. Quizás no tengo las herramientas, pero las busco.
De los medios de comunicación a la producción de quesos
“Neuquina hasta los huesos”, como se define, Glenda no se arrepiente de haber cambiado su vida en la ciudad por el campo: “La vida en el campo no tiene precio. La tranquilidad que tenemos acá no la tenemos en ningún lado. Las cosas que aprendemos y que nos enseñan la naturaleza y los animales son impagables” dice y asegura que sigue siendo “la misma de siempre”, remarcando que nació en Cutral-Co y que Rincón de los Sauces la adoptó.
Además de compartir el trabajo con su marido Javier, Glenda también cuenta con el entusiasmo de sus dos hijas por las tareas del campo. Uma, de diez años, es quien se ocupa del gallinero y la recolección de huevos, mientras que Angelina con 13 aprendió sola el ordeñe y se interesa por conocer cómo es la producción de quesos. “Para que este motor funcione lo tiene que impulsar toda la familia”, asegura orgullosa su mamá.
El entusiasmo por lo que hace se le nota a Glenda con solo escucharla hablar. Por eso, cuando se le pregunta si extraña su profesión anterior, no duda en responder: “Los medios de comunicación y la locución eran mi cable a tierra, pero esto es una pasión. Es algo inexplicable. Cuando entro en la sala de elaboración es otro mundo para mí. Elaboro cada queso con mucho amor y dedicación, ninguno es igual a otro. No me canso de innovar, de aprender”.
Por Paola Papaleo
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