Maíz y soja: una cosecha atravesada por la variabilidad climática y los rendimientos dispares

Con rindes dispares y una marcada influencia del clima, la campaña de maíz y soja avanza en la región de Junín. Los maíces tempranos sufrieron la falta de agua en etapas críticas, mientras que la soja logró capitalizar las lluvias de febrero. En paralelo, los productores ya miran con optimismo la siembra de cultivos de invierno gracias a perfiles de suelo bien recargados.
Con la cosecha de maíz temprano prácticamente finalizada en la zona de Junín, los productores y contratistas aprovechan cada jornada sin lluvias para avanzar. La ventana que ofrecieron estas semanas —sin feriados y con un clima más estable— también permitió avanzar significativamente en la recolección de la soja, aunque los rendimientos muestran un abanico amplio de resultados, según el momento de siembra y la disponibilidad de agua en etapas claves.
Javier Alasia, ingeniero agrónomo y productor de la región, resume la situación con una frase que se repite en cada campaña: “Es muy variable”. Una definición que esta vez aplica tanto al maíz como a la soja, con lotes que sorprendieron para bien y otros que no alcanzaron las expectativas iniciales.
Maíces tempranos golpeados por el estrés hídrico
La ingeniera agrónoma Guadalupe Tellería, extensionista del INTA Junín, detalla que los maíces de primera fueron los más castigados por la falta de lluvias en el período crítico de floración. “Hay una gran variabilidad de rendimientos, sobre todo si se compara los de primera con los de segunda. Los maíces de primera tienen rendimientos malos, que no superan los 6.000 kilos por hectárea”, explica.}
Sin embargo, la situación cambia cuando se observan aquellos lotes que lograron captarlguna precipitación en fechas clave. “En los maíces afectados con mejores lluvias, que florecieron más tarde, los rendimientos pueden llegar a 12.000 kilos. Todo depende de las precipitaciones recibidas. Los maíces tardíos están en mucho mejor estado por las lluvias de febrero, un momento clave para el cultivo”, agrega Tellería.
Matías Lamarre, ingeniero agrónomo y titular de la empresa Agro Leben Junín, coincide con ese diagnóstico. “El maíz temprano que se sembró entre fines de septiembre y principios de octubre venía muy bien hasta diciembre. Todo hacía pensar en rendimientos excepcionales. Pero desde el 24 de diciembre hasta fines de enero no cayó una gota de agua, y las temperaturas fueron muy altas. Eso impidió completar el llenado de granos y provocó pérdidas significativas”, señala.
Según Lamarre, las mermas fueron del orden del 30%. “Donde esperábamos rendimientos de 12.000 kilos, los resultados apenas superaron los 8.000”, lamenta. Ahora, con la cosecha de los maíces tardíos prevista para junio, las expectativas se vuelven a abrir, aunque también con la cautela que impone un año marcado por la heterogeneidad.
Soja: un cultivo que supo aprovechar las lluvias
A diferencia del maíz, la soja —especialmente la de primera— logró capitalizar las lluvias registradas en febrero. Para Guadalupe Tellería, los rendimientos en estos lotes oscilan entre los 3.000 y 5.000 kilos por hectárea. “Aunque hay zonas afectadas por eventos extremos, como las últimas caídas de granizo, en general los rindes son buenos”, aclara.
Javier Alasia también observa buenos resultados. “Las sojas de primera avanzan bien. Si bien queda mucho por cosechar, se avanzó bastante y muchos empezaron a levantar sus sojas de segunda. Es muy variable, pero hay lotes que están sorprendiendo para bien”, comenta.
Desde su experiencia como productor, Alasia compara esta campaña con la anterior. “La soja sembrada por mí este año fue mucho mejor que la campaña pasada. Aunque sé de colegas a los que les pasó al revés. En general, me parece que este año están mejor las sojas de segunda, y en maíz —tanto los tempranos como los tardíos y los de segunda— estamos viendo que van a rendir mejor que el año pasado”, resume.
Lamarre coincide en que la soja de primera está dando buenas noticias. “El periodo crítico de la soja es más amplio que el del maíz, y eso le permitió aprovechar las lluvias de febrero. Por eso los rendimientos están entre 4.000 y 5.000 kilos”, señala.
La soja de segunda, por su parte, comienza a entregar los primeros datos en los lotes cosechados, y los números entusiasman. “Se están viendo rindes de entre 2.500 y 3.500 kilos, que para una soja de segunda es muy bueno”, afirma Alasia.
Mirando al invierno con optimismo
Mientras se aceleran los trabajos de cosecha de maíz y se avanza con la soja, los productores ya están pensando en la próxima campaña de cultivos de invierno. El panorama, en este caso, es alentador: los perfiles de humedad están cargados gracias a las lluvias acumuladas entre febrero y abril.
En solo tres meses, las precipitaciones superaron los 560 milímetros, es decir, la mitad de lo que suele llover en todo el año en la región del noroeste bonaerense. Este dato no es menor: contar con buena humedad en el suelo al momento de sembrar trigo o cebada puede marcar la diferencia en el resultado final.
La campaña gruesa 2024/2025 deja lecciones claras. El clima sigue siendo el principal factor de incertidumbre, y su impacto es cada vez más impredecible. Pero también muestra que la resiliencia del productor agropecuario sigue intacta: adaptarse, observar, decidir y seguir adelante, aún con pronósticos cambiantes y rendimientos dispares.
Mientras el maíz y la soja siguen saliendo de los campos, ya se dibuja en el horizonte la próxima campaña. Y con los suelos recargados, el ánimo se renueva, aunque el productor sabe que —una vez más— será el clima quien tenga la última palabra.
Por Diego Abdo
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